Institución organizadora:
Centro de Investigaciones "María Saleme de Burnichón" y la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC.
Resumen:
¿Sirve para algo
la literatura? ¿Escribir ficciones que buscan el reconocimiento de las diferencias
contribuye de algún modo en las luchas por los derechos de las minorías oprimidas o
subyugadas? Y analizar críticamente esas ficciones, ¿ayuda a crear conciencia
feminista?
Busco una posible respuesta para estos interrogantes en los términos de la
propuesta teórica de Nancy Fraser sobre el divorcio post-socialista entre las políticas
culturales de reconocimiento y las políticas sociales de redistribución y representación.
Más específicamente, busco identificar los canales mediante los cuales los actos de
escribir y leer literatura que explora y expande los significados de la diferencia sexual
podrían intervenir en los procesos tendientes a lograr la paridad de participación de
todos los miembros de una sociedad
La publicidad generada por las actividades
literarias en foros virtuales o en convenciones es una potencial arma contra
la tiranía de las relaciones injustas de status social. Estos públicos median entre los
individuos y las instituciones culturales de la sociedad; y cuando actúan como contrapúblico su
opinión puede llegar a ser un comentario crítico sobre las relaciones y prácticas sociales
de autoridad, reciprocidad y obligación que generan infravaloración y exclusión de
ciertos sujetos.
En términos de sus potencialidades políticas, los de la literatura son públicos
débiles porque su práctiva deliberativa consiste en una formación de opinión que tiene
pocas chances de repercutir en decisiones vinculantes para el resto de la sociedad. Sin
embargo, tienen una fortaleza nada despreciable a la hora de construir un estadio
socialmente operativo de reconocimiento, sobre todo cuando actúan como contrapúblico subalterno: la posibilidad de ampliar controversialmente las fronteras de la
esfera pública, incorporando mediante su opinión asuntos previamente considerados
privados (en nuestro caso de análisis, cuestiones de género y sexualidad).
En conclusión, quienes escriben y quienes leen literatura feminista pueden
contribuir a lograr la paridad de participación de todos los miembros de sus respectivas
sociedades en tanto se organicen y produzcan una opinión que amplíe
controversialmente las fronteras de la esfera pública. Esto, por sí solo, ya constituye una
práctica concreta de justicia social (el punto B de mi argumentación). A largo plazo, las
reconfiguraciones discursivas que la literatura hiciera de estos asuntos podrían llega a
formar parte del repertorio del discurso social, lo cual allanaría el camino para una
eventual -y, reconozcamos, utópica- transformación de la estructura cultural-valorativa
subyacente.