CANSECO ALBERTO EDMUNDO FABRICIO
Congresos y reuniones científicas
Título:
Religión y ética: Lo particular del catolicismo y su lugar en los debates contemporáneos
Autor/es:
ALBERTO EDMUNDO FABRICIO CANSECO
Lugar:
Buenos Aires
Reunión:
Simposio; III Simposio Internacional sobre religiosidad, cultura y poder; 2010
Institución organizadora:
Grupo de Estudios sobre Religiosidad y Evangelización (GERE)
Resumen:
Pretendo, en la presente comunicación, problematizar la relación entre religión y ética, a partir del estudio del lugar que el catolicismo argentino asume en algunos debates ético-políticos actuales. Esto lo haré con la ayuda de las categorías construidas por Michel de Certeau a propósito de su propia evaluación del cristianismo actual, en el marco del intercambio de ideas que mantuvo con Jean-Marie Domenach y que luego se publicó como el libro El estallido del cristianismo (1976). Mi interés no será entrar en ninguno de los debates, sino evaluar los mecanismos que se están poniendo en juego en tales discusiones. La comunicación se inscribe en el marco de la investigación que lleva adelante la Dra. Cecilia Padvalskis acerca de la desinstitucionalización de la vivencia religiosa y la experiencia creyente/no creyente en estudiantes de la Universidad Católica de Córdoba, a partir del marco teórico ofrecido por De Certeau. Dicha investigación forma parte, a su vez, del proyecto Creencias, catolicismos y violencias en el contexto de las modernidades y secularizaciones múltiples. Hacia un rediseño de algunas políticas y prácticas en la Iglesia católica, radicado en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Católica de Córdoba, y dirigido por el Dr. Carlos Schickendantz. Para empezar, De Certeau considera que lo que ha sucedido con el cristianismo es que ha perdido su capacidad de definir asociaciones y prácticas para convertirse en un mero ?fragmento de la cultura?. Personajes eclesiásticos y discursos religiosos ya no intervienen en los debates sobre las costumbres o la vida civil como testigos de una verdad. La experiencia de los/as creyentes, en consecuencia, decanta en una ligazón a ritos religiosos, a afiliaciones institucionales y tradicionales, a un estilo de vida familiar, a comportamientos sexuales, a opciones políticas, pero en ?lazos oscuros, frecuentemente dramáticos, cada vez más ambivalentes y que se cortan poco a poco? (De Certeau 1976: 11). En este proceso, sigue De Certeau, lo que se ha puesto en cuestión fue su capacidad de establecerse como mediadora entre la humanidad y el Absoluto. Como seguirá diciendo el autor, a pesar de los diagnósticos más oscuros, la cuestión sobre Dios y/o lo divino sigue siendo fuerte en muchos ámbitos, pero la Iglesia como institución se ha colocado en tela de juicio, no ya desde posturas contestatarias o impugnadoras necesariamente, sino en su olvido como institución mediadora. Lo que surgen, sin embargo, según De Certeau, son pequeños grupos minoritarios, que entran en una tensión ?pacífica? con la institución eclesial, lo que hace que la administración de la Iglesia se preocupe más por ella misma que por lo que pasa en los pequeños grupos. De esta manera, emergen discursos eclesiales que se ocupan del ?problema sacerdotal?, al mismo tiempo que proliferan discursos, en los pequeños grupos, alejados de estos marcos. Emergen, en este sentido, nuevos grupos de ?cristianos sin Iglesia?. Al autor le preocupa, entonces, la cuestión acerca de qué es lo cristiano en ?nuestra sociedad?. De Certeau intentará buscar en la categoría de alteridad lo que podría ser lo central ?la particularidad? del cristianismo. La relación con el Otro, que se presenta como una excedencia de sentido inabarcable, sería aquello que se podría considerar como una especie de tradición cristiana. Por otro lado, este cristianismo debe, al mismo tiempo, reconocer su lu-gar en la historia como contingente y particular, o lo que llamo particularismo. Consecuencia de este reconocimiento será el abandono de la pretensión de universalidad que tiene el cristianismo. Siendo que la alteridad que se proclama desde el mismo cristianismo es irreductible a cualquier discurso que lo desee apresar, el cristianismo debiera asumir una actitud más modesta en cuanto a esta misma relación que la funda: En definitiva, Dios sobrevivirá a la Iglesia. En este sentido, la concepción del cristianismo como una cuestión histórica nos lleva nuevamente al problema de la normatividad ?cristiana? y su lugar en los debates contemporáneos. Decisiones en la esfera pública, referidas la mayoría de las veces a cuestiones de la sexualidad, han tenido como protagonistas a representantes de la institución católica. Dichos representantes entran al debate con pretensiones de universalidad que se legitiman en un acceso a una verdad extrahistórica. Me parece, en primer lugar, que estos sujetos que dicen representar la comunidad católica, no lo hacen en su conjunto. Tal como el análisis de De Certeau lo evidencia, nos encontramos con diferencias internas dentro de la misma comunidad que hace difícil cualquier pretensión de representación absoluta. No estoy seguro, sin embargo, de la no-conflictividad de la que habla el autor respecto a estas diferencias. Me parece que hay ciertas desazones de grupos que se hacen notar, aunque coincido que no se trata de una ?batalla abierta?, sino de disconformidades más solapadas que culminan en agrupacio-nes disidentes que practican su religiosidad en el marco de la Iglesia Católica, pero que se sentarían del lado del frente en cualquiera de las mesas de debate. Debe comprenderse a este respecto que la cuestión de la pertenencia a la comunidad católica se juega en la conflictiva relación entre fe y normativa de la que quiero dar cuenta. No se abandona la institución porque hay un sentimiento de pertenencia que se funda en una comunión de ideales y un vínculo mayor, la relación con Dios, la fe. Sin embargo, las discordancias con las normativas hacen ruido al interior de la comunidad y se constituye una disconformidad institucional que se salva a través de este silencio defensivo. En segundo lugar, la fundamentación de la pretensión de universalidad anula en el mismo movimiento el binomio particularidad/particularismo del catolicismo. Aquello que puede presentarse como lo que enriquecería el debate, como es la cuestión de la excedencia de sentido, queda anulado a partir de la pretensión de acceso completo, a-histórico, a la verdad. A mi entender, el aporte que puede dar el catolicismo tendrá que ver justamente con la asunción de cierta ?humildad? ante la incapacidad radical de acceder al sentido de un modo pleno, particularmente en el encuentro primigenio con la alteridad.