A partir del siglo XIX la normalidad y la enfermedad comienzan a ser vistas, en medicina, en términos de homeostasis y adaptación en términos biológicos. La enfermedad aparece cuando los mecanismos que hacen posible dicha regulación comienzan a fallar. En psiquiatría se intentó ver los ?síntomas? de la locura como expresión de una disfunción cerebral. Pero la idea de ?enfermedad? no parece ser la misma en medicina orgánica y mental. Y es que la coherencia de la vida psicológica se asegura de una forma distinta que la que sostiene la cohesión de un organismo. Aparece aquí la noción de ?unidad significativa?. La irrupción de lo ?patológico? se lee siempre en términos de ?intencionalidad?, ?significado? y ?proyecto?.

Esto obliga a un acercamiento comprensivo de la biografía interior del paciente y su mundo significativo; de un acercamiento a la persona del enfermo no como unidad organológica, sino intencional e histórica. La comprensión parece un elemento clave para establecer relaciones inteligibles entre elementos biográficos, relaciones que intentan establecer un vínculo consistente o fallido entre  las motivaciones y  las disposiciones a la acción. ?Mientras al profundizar la función vital se trata de conceptos científicos naturales, deducidos de las relaciones externas e internas acumuladas y construidas con la ayuda de las categorías biológicas de causalidad y regularidad (?) y de fuerza o energía (?) en cambio, al profundizar la historia vital interior se trata de algo totalmente, distinto, es decir, de la búsqueda de  las conexiones espirituales entre el contenido de las vivencias? (pág. 56).