En este trabajo trataremos de mostrar que en la concepción psiquiátrica tradicional se obvia que el diagnóstico y la caracterización misma de lo que es un cuadro psiquiátrico, se sostienen sobre criterios que resultan vinculantes respecto del contexto sociocultural al que pertenece el denominado ?enfermo?. Si bien en el DSM IV se realiza un avance con respecto a las otras versiones, al incluir algunas invitaciones a reflexionar respecto del rol de la cultura en la expresión y valoración de los diferentes ?cuadros?, aún pueden observarse grandes limitaciones. Específicamente, llama la atención que en dicho manual se preste una atención insuficiente (los comentarios al respecto se reducen a no más de 8 hojas) a cuál es la importancia que tiene el contexto cultural al momento de definir qué es ?normal? y ?anormal?, cuáles son consideradas las formas aceptables para experimentar el sufrimiento o qué se entiende por trastorno mental. Lo que sucede, tal vez, es que la creación misma de los manuales DSM está inserta en cierta lógica cultural a la que se vuelve ciega.
Tomando como referencia a autores como Sasz y Foucault, analizaremos el concepto de ?enfermedad mental? (diferente del de ?enfermedad cerebral?) y cuestionaremos el paralelismo que ha pretendido trazarse entre patología orgánica y mental. Asimismo, revisaremos algunas investigaciones empíricas que invitan a reflexionar sobre la importancia de atender a la influencia de diferentes elementos culturales en las consideraciones diagnósticas y la creación de categorías psicopatológicas. Teniendo en cuenta los aportes de diferentes trabajos empíricos, trataremos de mostrar de qué modo las características culturales de los pacientes como así también de los clínicos influyen en el modo en que se realizan las elecciones diagnósticas y de tratamiento.
