Resumen:
p>En estas páginas, que se inscriben en el marco de un trabajo más extenso, nos proponemos repensar un problema que ha sido constitutivo de la modernidad: el de cómo concebir la representación, tanto artística como política, en un mundo que ha dejado tras de sí toda posibilidad de representación eminente. Al respecto, nos interesaría discurrir por tres de los carriles por los que ha circulado, durante el siglo XX, la discusión sobre problema. La primera perspectiva consignada ve en el clasicismo alemán la posibilidad de recuperar una modernidad burguesa a salvo aún de una serie de escisiones radicales. Se trata de una mirada que, con algún sesgo lukacsiano, asume que es imposible disociar reflexión estética y análisis ético-moral. La segunda línea tiene sus orígenes en Schmitt y en Koselleck. Podríamos llamarla antiburguesa o antiilustrada y determinar a Corneille como su dramaturgo emblemático. La última perspectiva, finalmente, es la que desarrolla Benjamin en su libro sobre el Trau