Tragedia y representación: el problema de la forma en el pensamiento del joven Lukács

GALFIONE, MARÍA VERÓNICA

Conceptos, creencias y racionalidad

Brujas

Lugar: Córdoba; Año: 2008; p. 227 - 240

Sería difícil sobreestimar la influencia que ha tenido en el pensamiento alemán de comienzos del siglo XX el diagnóstico de Simmel acerca de la crisis de la cultura. Recurriendo a la expresión “tragedia de la cultura” , Simmel procuró dar cuenta, tanto metafísica como sociológicamente, del moderno fenómeno de la alienación. Desde un punto de vista sociológico, la alienación era, según lo entendía Simmel, consecuencia de la necesaria contraposición entre cultura objetiva y cultura subjetiva que se había producido durante la modernidad. La cultura objetiva se encontraba constituida, según Simmel, por el mundo de las formas culturales, mientras que la cultura subjetiva lo hacía por el estado de la personalidad individual en cuanto producto del proceso de formación (Bildung). En la modernidad, y por obra de la división del trabajo y la complejización y racionalización de la vida, la riqueza de la cultura objetiva había aumentado de manera considerable. Sin embargo, paralelamente y por el mismo hecho, se había empobrecido también, y de un modo no menos visible, la formación de los sujetos particulares. La tragedia radicaba, según Simmel, en el hecho de que el progreso de la cultura objetiva hubiese sido posible a causa de las mismas fuerzas que obstaculizaban ahora la formación subjetiva y que condenaban al individuo a la total enajenación. La tragedia radicaba, en otras palabras, en el hecho de que las fuerzas destructivas nacieran de la lógica inmanente y autónoma del desarrollo cultural objetivo, es decir, del natural desarrollo de aquello que era un medio necesario para la formación de los individuos. Si bien Simmel vinculó claramente la problemática de la tragedia de la cultura a la moderna sociedad capitalista, la contraposición entre cultura objetiva y cultura subjetiva, a la que, según su diagnóstico, la tragedia respondía, podía ser leída, además, desde un punto de vista metafísico. La trágica dialéctica entre cultura objetiva y cultura subjetiva era, desde esta perspectiva, sólo la exacerbación de la lucha originaria e inacabable entre Vida y Forma. Vida y Forma eran, según lo planteaba Simmel, principios de carácter completamente heterogéneo: la Forma era, en su naturaleza esencial y constitutiva, algo fijo y estático, mientras que la Vida era una corriente en constante fluidez y dinamismo. De manera tal que si la vida, en tanto principio homogéneo e indiferenciado, estaba sujeta a entrar en la realidad por medio de una forma, se veía a la larga siempre constreñida por la forma en la cual se había objetivado. Probablemente por lo totalizador y sugestivo, el análisis de Simmel acerca de la crisis de la cultura, tuvo, como decíamos, amplias repercusiones. Si bien es quizás Max Weber quien, en su concepción de la racionalidad y de la burocracia, recepta más notablemente las categorías de Simmel, nos interesa analizar aquí el impacto que las mismas tendrán en las reflexiones estéticas del joven Lukács . Según intentaremos mostrar, Lukács hará suyo el diagnóstico simmeliano acerca de la tragedia de la cultura pero rechazando, a diferencia de su maestro, toda salida que, en busca de la plenitud de la vida, desprecie el valor de la forma. Esto es, antes que dar cabida al impulso natural que, en tanto que somos vida, nos movería a destruir todas las formas, siempre contingentes, limitadas y limitadoras, para permitir el acceso directo a la vida misma, a la vida desnuda y total, Lukács perseveraría en la intención de dar forma aún reconociendo que para hacerlo es necesario renunciar de una manera absoluta a la vida misma. La forma artística se presentaría, entonces, en la obra del joven Lukács, como un refugio frente a un mundo en el cual, por obra de la dialéctica de la cultura, la razón se encuentra tan corrompida como la sin razón.