NAHAS ESTEFANIA
Capítulos de libros
Título:
Aspectos Macroeconómicos
Libro:
El Balance de la Economía Argentina 2012: Instituciones, política económica y competitividad.
Editorial:
Bolsa de Comercio de Córdoba
Referencias:
Año: 2013; p. 23 - 192
Resumen:
Con los países desarrollados aún no encontrando definitivamente un camino que les permitasortear los efectos de la fuerte crisis financiera de hace unos años, el mundo hadejado en manos de los emergentes el rol de locomotoras del crecimiento global. Ochopaíses emergentes pudieron explicar el 48% del crecimiento global en 2012, concentrándosepor supuesto en dos de ellos, China e India, que explicaron el 37%.Este escenario de bonanza de las economías emergentes también alcanzó a muchospaíses latinoamericanos. Salvo Argentina y Brasil, las principales economías de la regiónmostraron un buen desenvolvimiento económico durante 2012, destacándose Perú y Chilecon tasas del 6,3% y 5,4%, respectivamente.En el caso de Argentina, 2012 fue un año de estancamiento. La mala cosecha agrícolaproducto de la sequía y una contracción importante en el dinamismo económico brasileñofueron determinantes externos claves. No obstante, el haber continuado con desacertadasdecisiones de política macroeconómica domésticas sin duda también está dentrode las variables explicativas. El 2012 es un año que consolida el déficit fiscal, con elevadainflación superior al 20% y atraso cambiario, minando las expectativas de consumidoresy productores. Al mismo tiempo, indicadores sociales como índices de pobreza, empleo ydistribución del ingreso comienzan a resentirse.En términos institucionales Argentina también ha presentado un retroceso marcado, quees captado por distintos indicadores. La última medición del Foro Económico Mundialnos ubica en el puesto 141 entre 157 países en materia de calidad institucional, mientrasque trabajos del Banco Mundial también hablan de nuestra mala performance. Ejemplosde cambios en las reglas de juego sobran: trabas a las importaciones, prohibición decompra de divisas para atesoramiento, obligación de empresas mineras, petroleras yaseguradoras de repatriar sus fondos en el exterior, impedimento al giro de dividendos,y expropiaciones. En relación a este último punto, el descrédito internacional generadofue profundo, destacando que el golpe más duro no descansa en la validez o no de losmotivos subyacentes, sino en los mecanismos empleados.Según el Banco Mundial, entre 1996 y 2011, en materia de estado de derecho y efectividad gubernamentalhemos retrocedido 25 y 41 posiciones respectivamente, pero la peor situación sindudas corresponde a calidad regulatoria, ámbito en el que el retroceso fue de ¡86! posiciones.Baja calidad institucional y desequilibrios macroeconómicos golpean duro a la competitividad,ya que un estudio reciente de Michael Porter y su equipo los ubica como dos delos pilares de la misma. Pero hay una oportunidad, dado que ese mismo estudio tambiénreconoce en los aspectos microeconómicos un gran poder explicativo.Cuando hablamos de microeconomía hablamos de sofisticación de las operaciones y estrategiasempresariales, por ejemplo. El reto es entrelazar la microeconómica con losterritorios, es decir darle un anclaje geográfico a los desarrollos a escala de empresas.Acá es donde cobran valor no solo los espacios regionales sino también los locales. Consideremosque hoy el crecimiento de los espacios urbanos es uno de los factores másinfluyente en el desarrollo, al haberse transformado en escenarios principales de la actividadpolítica, social, cultural y económica del mundo actual. Así, las ciudades son reconocidascomo agentes de cambio y lugares de alta productividad y desarrollo económico.Está previsto que hacia 2030, las ciudades de los países en desarrollo alberguen al 80%de la población urbana del mundo, mientras en América Latina el 75% de la población yavive en espacios urbanos.Estos datos indican que hay que incrementar la incidencia de los actores locales sobrelas decisiones; lo que es mucho más que fortalecer los gobiernos locales, es cambiar elmodo de pensar, transformar y dirigir los territorios y sus correlaciones. Hay que entenderque lo que se hereda es la topografía, el territorio se construye.El desafío ahora es que esos espacios sean competitivos, que sean capaces de ser exitososen el marco de una demanda y una oferta que se han hecho globales.Hay distintas herramientas. Nos inclinamos por el desarrollo de clústeres, porque trabajarsobre ese conjunto de empresas complementarias, competitivas que conducen lacreación de riqueza de un territorio, que cooperan y compiten, disminuyendo los costosde aprendizaje y aumentando la tasa de innovación, sustentando así ventajas competitivasdinámicas, es construir capital social, es afianzar redes de confianza, es apostar por la gobernabilidad.Así, los clústeres se transforman en el ámbito ideal desde donde un conjuntode organizaciones que trabaja mancomunadamente detrás de lograr la eficiencia colectivapuede, a partir de un objetivo microeconómico que inicialmente lo convocó, lograr que semodifiquen aspectos relevantes de políticas de un nivel superior en forma poco costosa.Valga un ejemplo. Si se considera que un clúster hace especial hincapié en la vinculaciónque existe entre las empresas y las instituciones educativas, entonces el trabajo conjuntoen el seno del clúster de las empresas, las instituciones académicas y el gobierno localpueden lograr que la currícula de los centros educativos vinculados al clúster se ajuste a loque el conjunto de organizaciones está demandando. Esto puede repetirse en los distintosclústeres que actúan dentro de un mismo territorio. Entonces, cuando ese territorio seentienda como un conjunto inter-relacionado de clústeres, la nueva currícula educativa-una definición de política al menos mesoeconomómica- surgirá de manera espontánea,sin mayores complicaciones y resultado de un proceso colectivo. Fácilmente este ejemplopuede ser extrapolado a los otros dos ejes del desarrollo, la salud y la infraestructura.El valor de los clústeres radica en la construcción colectiva, asegurando que los resultadosse alineen con las necesidades reales de todos los actores involucrados en el proceso,produciendo beneficios que los exceden y derraman.El desafío no sólo es clusterizar, sino forjar un entramado de clústeres que constituyanel nuevo prisma a través del cual se conciba la realidad social, cultural, económica yambiental de un determinado territorio.Una política de clúster se encuadra en términos generales dentro de la política industrial,teniendo esta última dos características esenciales, discriminación y potencia. Discriminaciónporque no es para todos, todo el tiempo y en todos lados. Entonces un primerpaso debería ser un plan de identificación y fortalecimiento de clústeres que, de acuerdoa criterios preestablecidos, priorice sectores a intervenir. Con respecto a la potencia,tradicionalmente se la vincula a estímulos impositivos, que claramente se van diluyendoa medida que se desciende en las escalas de gobierno. No obstante, en el caso de clústeresla potencia radica en el espacio de coordinación y en la agregación de valor colectivoque supone la confluencia de actores de diversa índole.Se pueden definir distintas estrategias, que emplean diferentes instrumentos de política.Como mencionáramos en El Balance de la Economía Argentina 2011, la clave está en lagobernabilidad, es decir en trabajar fuertemente en la articulación inteligente y complementaria entre los sectores. Sólo el diálogo y la coordinación entre el Estado, la sociedad civil y el mercado, va a fortalecer a cada uno por igual y contribuir a alcanzar un estadio social superior.La búsqueda de este equilibrio supone riesgos. Según el filósofo colombiano Bernardo Toro, la falta de coordinación y entendimiento entre los sectores deviene en caos, pero la unión de la sociedad civil con el Estado deriva en populismo; el Estado y el mercado terminan en corporativismo; la sociedad civil y el mercado logran la ilegitimación del Estado.El desafío es mayúsculo, el esfuerzo extraordinario, el premio: alcanzar una senda de desarrollo sustentable que deje atrás la fuerte volatilidad característica de la Argentina durante décadas.