KOLEFF MIGUEL ALBERTO
Congresos y reuniones científicas
Título:
O filho da mãe, de Bernardo Carvalho: un caso de violencia sacrificial
Lugar:
Córdoba
Reunión:
Congreso; I Congreso Internacional Lenguas, Migraciones, Culturas.; 2016
Resumen:

«La violencia sacrificial es la inmolación de lo que esmás precioso con el pretexto de salvarlo» -afirma Boaventura de Souza Santos-al tiempo que señala que es «la forma más perturbadora de extremismo» (Sousa Santos, 2014, p. 72). Si bien el autoridentifica dos de sus rasgos contemporáneos, el fundamentalismo islámico y elneoliberalismo salvaje, tiene perfecta consciencia de que sus marcas históricasreales se encuentran en los totalitarismos del siglo XX, al menos desde elpunto de vista sociológico. A través de la violencia sacrificial «se destruyela vida para salvar la vida; se violan los derechos humanos para defender losderechos humanos; se suprimen las condiciones para la democracia con el fin desalvaguardarla» (p. 72). Tal vez sea esteautor quien mejor pone blanco sobre negro en la cuestión de los derechoshumanos al ecuacionar falsas premisas y demostrar que detrás de discursospomposos sobre la gramática de la dignidad humana se esconden conductasortodoxas que terminan posicionando a algunas víctimas por encima deotras.  El sociólogo portugués distingueuna concepción hegemónica sobre el tópico, destinada a reproducir el (des)ordensocial capitalista, colonialista y sexista que domina nuestro tiempo y otra,contra-hegemónica, «potencialmente orientada a la construcción de una sociedadmás justa y más digna» (Sousa Santos, 2014, p. 11) que incluyepostergaciones no pasadas en limpio del todo. El fenómeno de los linchamientosa los que estamos asistiendo en nuestra sociedad después de la tragedia quevictimizara a José Luis Díaz en el mes de junio del año pasado, es un claroejemplo de esta última opción. Aunque el tratamiento del tema resulte complejo,es inútil mirar hacia otro lado porque ese hecho así desnudo nos salpica atodos y nos avisa que los extremos de la ética corren el riesgo de tocarse enun chasquido. Desde ese macabro asesinato hasta el día de hoy, el debate se hapuesto en la agenda pública y está bien que así sea ya que de su claridadconceptual depende el funcionamiento de la sociedad civil y las normas deconvivencia que para bien o mal tenemos en común. El caso a examinar en laponencia pertenece a la novela Hijo demala madre [O filho da mãe, 2009]de Bernardo Carvalho y hace foco una de las escenas de crueldad más macabrasque se exhiben en el libro. Claro que poner a la par el conflicto étnico derusos y chechenos y un patoterismo de barrio puede sonar desmesurado si seapela a la intensidad de la contienda. No lo es ?sin embargo- si noscircunscribimos a los modos de resolución escogidos en ambos casos porque laviolencia enardecida nos alcanza por igual. Aunque la ficción de Carvalho secircunscriba a la segunda guerra de Chechenia, no pone el acento en el fragorde la batalla sino en un microcosmos que reúne a dos miembros de una mismafamilia enfrentados por la génesis cultural. Así, «un hermano del Cáucaso espeor que morir, que nacer ciego o negro» (p. 217) como confiesa uno delos personajes. La fraternidad dictada por la sangre que aparece en el textodel escritor brasileño, o aquella forjada por los lazos de la ciudadanía a laque se alude en el ejemplo traído a colación, dan paso a un odio paroxísticoque no puede recomponerse con buenos modales. Hay que decir a este respecto queel novelista acierta de lleno en el nudo del conflicto al ejecutarlo comonarración. Carga las tintas sobre el fratricidio porque sabe que ningunacomunidad sobrevive íntegra después de una fractura semejante. Deja en claro?de esta manera- que el problema no es la ira en sí misma, por mayor que sea suonda expansiva, como la dirección que lo determina. Maksim focaliza la energíaen Ruslan, el hermano bastardo, y concentra todas las fuerzas a su alcance paraeliminarlo como puede advertirse en el fragmento transcripto. Pese alparalelismo argumental, el caso de los linchamientos en Córdoba que ponemos enrelación, sigue presentando notas disonantes respecto de la versión literariaporque la víctima no paga en carne propia las culpas que arrastra sino que setransforma en el chivo expiatorio que purga los delitos de la comunidad. Estosignifica que ?a diferencia de la ficción- el sujeto no muere en primerapersona y sí como representante del bandidaje que asuela la ciudad. Es por estarazón que involucra de lleno el tratamiento de los derechos humanos en juego.Aquí no existe una guerra que podría usarse de excusa o de coartada; antesbien, la demostración más temeraria de un holocausto  a la cordobesa. Pero esta deriva está tambiénpresente en el texto de Carvalho cuando apela a «la quimera» para explicar loshechos presentes y futuros. El autor carioca sabe que no puede ir muy lejos enla concatenación de los sucesos que exceden su experiencia y, aunque insistadenodadamente en su vocación transnacional, busca elevarlos de tono y nomancillar la pluma hasta el cansancio. Es el motivo por el que recurre a unaimagen mítica común a varias culturas para darle cierre al conflicto: la de lacría deforme que anticipa males mayores y que es dada a luz cuando setransgrede una norma comunitaria. Reserva para ello el capítulo final que debeleerse casi en simultáneo con la muerte de Ruslan. De este modo, en una regióncampesina próxima a la ciudad, un becerro contranatura que acaba de nacer,acoge para sí el fratricidio que está aniquilando la patria a la vez que reúneen su cuerpo la causa misma que engendra violencia.