FIGUERAS ALBERTO
Congresos y reuniones científicas
Título:
La exclusión social: ¿son el crecimiento y la sociedad de consumo responsables?
Lugar:
Buenos Aires
Reunión:
Congreso; 18º Congreso Nacional de Profesionales en Ciencias Económicas; 2010
Institución organizadora:
Federación Argentina de Consejos Profesionales de Cs. Económicas
Resumen:

Para debatir una política de distribución en una línea de política de inclusión, lo primero es debatir las causas de su contrapartida: la exclusión social. Y no sólo las causas coyunturales, v. gr. el empleo informal, sino aquellas que pueden ser más perdurables y estar ocultas o negadas. Este ensayo pretende estar en esa vía.  Lo entendemos provocativo y perturbador de los cánones de análisis establecidos, al negar al crecimiento como vía válida para superar la exclusión.

 

En estas líneas, hemos recorrido muy resumidamente distintas facetas del mismo fenómeno en espiral: crecimiento–sociedad de consumo. De por sí el hecho social es tan vasto y complejo que en un artículo breve no es posible ni siquiera presentar sus múltiples aristas, solo hemos pretendido recordar una serie de circunstancias, hoy habitualmente olvidadas, incluso por los críticos del sistema, y por supuesto por los “políticos” que captan las preferencias de la gente ¿qué candidato por más honesto, capaz y brillante que fuera podría obtener un cargo electivo defendiendo el “crecimiento cero”?

 

Hemos revisado los conceptos de crecimiento, distinguiendo entre crecimiento, desarrollo y progreso, entre nivel de vida y calidad de vida. También desarrollamos los límites físicos del crecimiento y nos asomamos al problema de fondo: al fenómeno sociológico del consumo. Asimismo señalamos lo discutible de plantear el “crecimiento” como la única vía de superar la pobreza, remarcando que los verdaderos beneficios del crecimiento los reciben los más pudientes, y los costos (o sacrificios) recaen relativamente más sobre aquellos que podemos catalogar de “pobres”. Un ejemplo bien cercano puede clarificar el concepto: la sojización de nuestra agricultura alcanza en sus beneficios a los propietarios de la tierra, los empresarios agrícolas y afines…, pero los costos de la desertización (las tormentas de tierra, las sequías y las inundaciones) recaen sobre el conjunto de la población (y, desde ya, en mayor proporción sobre los que no se pueden “mudar”, puesto que no poseen un capital inmobiliario vendible que les permita migrar con posibilidades ciertas hacia territorios menos afectados).

 

Muchos de los peligros que personalmente entendemos que ahora nos acechan como sociedad no presentan consecuencias inmediatas y visibles sino más bien distantes, a largo plazo, principalmente en los planos sociales. La disolución social es uno de ellos.

 

Bien claro está, desde todos los ángulos, que el crecimiento mundial tal y como los venimos experimentando (en especial, en la última década) no es dable de continuar, y una revisión, para decir lo menos, se impone. Y aquí se encuentra nuestra propuesta para disminuir la exclusión. Propuesta que, al moverse a contramano de la visión establecida, resulta controvertida y provocativa, pero que reitera, como hemos dicho, conceptos debatidos en los años setenta y ochenta: contener el crecimiento, o crecimiento cero (con los matices que hemos señalado en el texto, por ejemplo “detener” el crecimiento en Buenos Aires para que pueda crecer, “sin generar riesgo”, Jujuy o Formosa), o al menos ralentizar su tasa, ya que la experiencia histórica parece apuntar a que, cuanto mayor el crecimiento, más se acentúa la desigualdad (y al mismo tiempo, se deteriora la calidad de vida si nos encontramos en la “rama descendente de la U invertida de Kuznets) y se genera un proceso de exclusión (como el estudio de la Revolución Industrial deja percibir).

 

Pero nadie quiere soportar los costos políticos, ni siquiera del debate, que cada vez parece menos postergable y a la vez más lejano. Sin duda que un factor de peso es la presión demográfica, pero el problema se agrava aún más por el hecho de que, dado el fenómeno del crecimiento, la demanda de recursos aumenta  todavía más de prisa que la propia población. Para mencionar un solo aspecto, el capital “natural” se degrada constantemente a causa del crecimiento de la población y finalmente del consumo por habitante.