Todo prólogo tiene algo de promesa y de anuncio que anticipa el tema, la calidad de la obra y/o el talento de su autor. Es un gesto de confianza del autor depositado en otro/a quien, como primer lector/a, promete a los otros que el texto merece la pena ser leído.
La palabra que antecede siempre tiene algo de hospitalidad y señalamiento: invita abiertamente a recorrer los sentidos que el texto abre en ese diálogo silencioso que entabla con cada lector/a que se aventura por sus páginas y, a la vez, marca algunos hitos que brindan seguridad en la vacilante y ardua marcha intelectual sin clausurar por ello la posibilidad ofrecida a cada uno/a de hallar y establecer nuevos mojones.