Quizás uno de los problemas más complejos que tenemos que afrontar las mujeres y hombres de este nuevo siglo sea el tema de la convivencia. Los pensadores posmodernos -dentro de los que se hallan corrientes teóricas del feminismo- han señalado que los modos de vida planteada por la racionalidad política-económica del liberalismo y los metarrelatos de la modernidad ya no se sostienen. Una fuerte sospecha de ser proyectos de dominio y de poder del falogocentrismo europeo pesa hoy sobre ellos. Ya no cabe seguir definiendo a los sujetos desde una abstracta “naturaleza racional” predicada de todos haciendo omisión de las complejas estructuras identitarias (cultura, raza, género, lengua, clase, etc.) que marcan las diferencias, curiosamente borroneadas tras el sujeto racional.