LUQUE CECILIA INÉS
Capítulos de libros
Título:
La literatura y la formación de opinión pública
Libro:
Teoría Social y Género. Debates en torno al modelo teórico de Nancy Fraser.
Editorial:
Catálogos
Referencias:
Lugar: Buenos Aires; Año: 2010; p. 219 - 234
Resumen:
Este trabajo reflexiona sobre las maneras concretas en que los actos de escribir y leer literatura feminista intervienen en los procesos sociales de reconocimiento tendientes a lograr la paridad de participación de todos sus miembros, como así también sobre la pertinencia de analizar tales actos con las herramientas conceptuales de una teoría post-westphaliana de la esfera pública tal como la presenta Nancy Fraser. Parto del lugar común de la crítica literaria según el cual la literatura feminista ofrece soluciones transformativas a las injusticias de reconocimiento de género, por cuanto deconstruye los imaginarios sociales falogocéntricos que las justifican y legitiman, e incluso echa las necesarias bases ideológicas para políticas más justas de redistribución y representación. Sigo con la constatación de que los análisis literarios rara vez explicitan cómo, exactamente, se llega del punto A al punto B: es decir, cómo la reconfiguración del imaginario social dentro de los límites de un texto individual (punto A) llega a formar parte del repertorio del discurso social, ni cómo tal apropiación transforma la estructura cultural-valorativa subyacente y da pie a prácticas concretas de justicia social (punto B). Propongo una posible explicación de cómo se pasa del punto A al punto B teorizando la lectura como modo de participación política de quien lee en la esfera pública. Para anclar la discusión teórica en una situación concreta, tomo como caso de estudio las conclusiones del análisis que hicimos Liliana Fedullo y yo de las conceptualizaciones transformativas de la masculinidad presentes en una saga de ciencia ficción creada por una escritora feminista, como así también ciertos casos comprobables de recepción de esta saga. Liliana y yo afirmábamos que la deconstrucción operada en la saga ha traspasado los confines de los textos literarios y ha afectado al universo simbólico de la sociedad. Sostengo ahora que, para probar nuestra afirmación, hay que demostrar que el imaginario deconstruido en y por la literatura ha llegado a constituirse en un asunto de interés común debatido públicamente. En primer lugar, hay que ver si quienes leen esa literatura conforman un público deliberativo -más específicamente, si conforman un contra-público subalterno. En nuestro caso, identifico asociaciones de escritores y convenciones de fans de la ciencia ficción. Luego, hay que demostrar que las deliberaciones de dicho público llegan a tomar la forma de opinión pública, porque la dimensión pública de dicha opinión depende de la construcción del asunto debatido como de interés general para el bien común de la sociedad. En relación a nuestro caso-testigo, postulo como instancias de formación de opinión pública las premiaciones de tales asociaciones y convenciones a ciertas obras de la saga, y los debates abiertos sobre las implicaciones sociológicas de la literatura de ciencia ficción. Finalmente, hay que ver si la opinión de estos públicos literarios es políticamente relevante, lo cual se establecería en relación a sus interlocutores. Según una teoría westphaliana de la esfera pública, la opinión de los públicos literarios no lo sería, por cuanto no tienen al Estado como interlocutor, ni su fin es controlar las decisiones estatales. Según una teoría post-westphaliana, puede postularse que la opinión de estos públicos sí es políticamente relevante, por cuanto confrontan discursivamente al poder soberano de las instituciones culturales que conforman materialmente el sistema de status vigente en las respectivas sociedades a las que pertenecen quienes leen. Esta última instancia de mi propuesta no pudo ser ilustrada con particularidades del caso-testigo. Concluyo que si bien los públicos literarios no constituyen un arma contra la tiranía estatal -como lo suponían los burgueses-, sí son potenciales armas contra la tiranía de las relaciones injustas de status social, en tanto su opinión puede llegar a ser un comentario crítico sobre las relaciones y prácticas sociales de autoridad, reciprocidad y obligación que generan infravaloración y exclusión de ciertos sujetos. Concluyo también que quienes leen literatura feminista (y claro, también quienes la escriben) pueden contribuir a lograr la paridad de participación de todos los miembros de sus respectivas sociedades en tanto se organicen y produzcan opinión pública. Si bien se trata de públicos débiles -ya que su opinión tiene pocas chances de repercutir en decisiones vinculantes para el resto de la sociedad-, cuentan con el potencial político nada despreciable de ampliar controversialmente las fronteras de la esfera pública, incorporando mediante su opinión asuntos previamente considerados privados (en el caso-testigo, cuestiones de género y sexualidad). Esto, por sí solo, ya constituye una práctica concreta de justicia social (el punto B de mi argumentación). A largo plazo, las reconfiguraciones discursivas que la literatura hiciera de estos asuntos podrían llega a formar parte del repertorio del discurso social, lo cual allanaría el camino para una eventual -y, reconozcamos, utópica- transformación de la estructura cultural-valorativa subyacente.